martes, 28 de julio de 2009

La física del amor



En el vacío de tu ausencia
se dibujó la silueta traslucida de tu cuerpo
que veía a contra luz de la ventana en la cama,
extendí mi brazo para rodear tu cintura,
y ésta se desvaneció como en un ensueño.
Me levanté carente de tu presencia,
y fui a limpiar las lágrimas de tu recuerdo.
Mientras me miraba en el espejo,
intuí tu presencia, no en el reflejo, si no en mi cuerpo.
Como desafiando las leyes más elementales
te sentí en mí, dentro de mi, como fisionada en mi materia,
sin que yo dejara de ser yo, sin que tú dejaras de ser tú.
Sentí tu mirada desde mis ojos, y sentí que te miraba.
Sequé una lágrima en mi mejilla con el revés de mi mano
y sentí que me acariciabas y sentí que te acariciaba.
Soplé suave en el cuenco de mi mano, sentí tu aliento,
y percibí que tu piel se erizaba y te estremecías.
Pero, cómo podía ser, no había fundamento, sólo la locura.
Pero no estaba loco, y había fundamento, el del amor.
Porque cada vez que nos amábamos, cada vez que nos uníamos,
cuando tu boca mordía mi aliento y mis labios besaban tu respiración,
cuando mi cuerpo estaba dentro del tuyo y éste me rodeaba protector,
cuando nuestras transpiraciones se mezclaban en un cóctel de amor,
allí, en cada momento, en cada instante se producía la fisión.
Por eso desafiando toda ley de la naturaleza, ahora,
en cada intersticio de mi cuerpo están los poros de tu piel,
en cada gota de mi sangre hay una gotita de la tuya,
en cada suspiro de mi respiración está el perfume de tu aliento,
y yo estoy contigo y tú estás en mí, fisionados
por una nueva física, la física del amor.

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